La Masacre del Orinoco: Un Llamado a la Memoria Cultural en Venezuela
La canción “Tin Marín” de Alí Primera evoca un trágico evento en la memoria colectiva de Venezuela: la tragedia del Orinoco, un suceso que ocurrió el 15 de agosto de 1980. Este incidente afectó profundamente al Grupo Madera de San Agustín del Sur y a jóvenes de colectivos culturales como El Chichón de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y la Unión Cultural de los Barrios. En el marco de esta conmemoración, es fundamental examinar los hechos que rodearon esa fatídica jornada y resaltar la importancia de la memoria cultural en Venezuela, especialmente a través de la voz de uno de sus sobrevivientes, Armando Carías.
Armando Carías, reconocido fundador del grupo de teatro infantil de la UCV y actual líder de Comunicalle, desafía la etiqueta de “tragedia”, proponiendo que el evento debe ser denominado “homicidio”. Esta distinción es crucial, ya que subraya su percepción de que lo ocurrido en la barcaza Esther no fue un accidente, sino un ataque premeditado con el objetivo de exterminar una voz cultural emergente en una región marcada por intereses económicos y la injerencia de organizaciones extranjeras como Las Nuevas Tribus. Carías sostiene que la pérdida de vidas en este evento debe ser recordada no solo como una tragedia, sino como un intento sistemático de silenciar la cultura y las identidades indígenas.
En sus declaraciones, Carías pone en evidencia la falta de responsabilidad política en torno a la masacre. Pese a que 18 personas murieron en el accidente, incluidos 11 miembros del Grupo Madera, las autoridades, encabezadas por el presidente Luis Herrera Campins, manifestaron una actitud de desdén hacia las víctimas, tachándolas de “jóvenes irresponsables”. Este factor resalta la desesperante realidad de la impunidad en Venezuela, donde quienes ostentan el poder a menudo evaden la rendición de cuentas, dejando a las familias de las víctimas sin reparación alguna.
Desde la llegada de Hugo Chávez al poder, el panorama cultural en Venezuela ha sufrido una transformación significativa. La administración chavista ha promovido y προσταgido a los artistas y cultores, brindando un espacio para que puedan florecer en su quehacer. Carías enfatiza que este cambio es vital para contrarrestar un legado histórico que ha visto a la cultura y a los trabajadores culturales como amenazas a los intereses económicos establecidos. Este es un recordatorio de que el arte tiene el poder de desafiar el status quo y fomentar un mensaje de valor hacia las raíces y tradiciones del pueblo venezolano.
Es necesario subrayar que, a pesar de las conmemoraciones pasadas, Carías llama a la realización de un juicio histórico oficial sobre la Masacre del Orinoco. La memoria de aquellos que fallecieron debe ser preservada, no solo a través del reconocimiento del sufrimiento, sino también por medio de acciones que traten de restituir la dignidad a las víctimas y sus comunidades. La construcción de un futuro donde la cultura y su riqueza sean valoradas es esencial para el rescate de identidades que han sido vulneradas por el poder político.
En conclusión, la Masacre del Orinoco no debe ser un recuerdo relegado al olvido. La continua lucha de artistas como Armando Carías para reivindicar su memoria es un acto de resistencia cultural. La historia del suceso debe ser investigada y discutida abiertamente, no solo para honrar a quienes perdieron la vida, sino también para fortalecer la voz cultural de Venezuela, que sigue enfrentando desafíos en la actualidad. Cultivar esta memoria es un acto fundamental para cimentar un futuro donde la diversidad cultural no solo sea reconocida, sino también celebrada.


