Celebración y Disturbios en París tras la Victoria del PSG en la Liga de Campeones

La noche del 31 de mayo de 2025, París se transformó en un epicentro de celebraciones tras la increíble victoria del Paris Saint Germain (PSG) en la final de la Liga de Campeones. Sin embargo, la joya de la victoria tuvo un lado oscuro, ya que surgieron disturbios en distintos puntos de la ciudad, dejando un saldo de cerca de 300 detenciones. Las autoridades informaron que la Torre Eiffel se iluminó con los colores característicos del PSG, un símbolo que contrastó con la preocupación por los incidentes que estallaron durante y después del partido. A pesar de la euforia, la Prefectura de Policía de París tuvo que intervenir en múltiples ocasiones para controlar la situación.

Desde las primeras horas de la celebración, la Prefectura reportó 81 detenciones debido a los disturbios que comenzaron antes del medio tiempo. Los seguidores del PSG que deseaban sumarse a la euforia de la victoria se vieron opacados por grupos de "revoltosos", quienes no parecían interesados en el fútbol sino en confrontar a las fuerzas del orden. Este creciente descontrol llevó a la policía a desplegar un significativo número de agentes, alrededor de 4,500, en un intento por salvaguardar la seguridad y mantener el orden en la ciudad.

La celebración de los aficionados se concentró principalmente en la emblemática Avenida de los Campos Elíseos, donde los incidentes se tornaron caóticos tras el final del encuentro. A pesar de que la gran mayoría de los hinchas festejaron de manera pacífica, un sector del público lanzó fuegos artificiales y diversos objetos a los agentes de seguridad, quienes respondieron utilizando gases lacrimógenos. Esta respuesta fue necesaria para dispersar grupos que estaban generando caos y buscando un enfrentamiento con las autoridades, lo que interfirió con los festivos que realmente celebraban el triunfo de su equipo.

Los comercios a lo largo de los Campos Elíseos habían previsto el riesgo de vandalismo y fortificado sus escaparates con tablones de madera. No obstante, los disturbios fueron inevitables y, a pesar de los mecanismos de protección, un grupo logró infiltrarse en una tienda de calzado deportivo, resultando en decenas de detenciones. Asimismo, la salida del Parque de los Príncipes, hogar del PSG, también estuvo marcada por altercados, incluyendo vehículos incendiados y el asedio a autobuses, todo bajo la atenta mirada de las fuerzas antidisturbios.

La destrucción de mobiliario urbano fue evidente, con papeleras y señales de tráfico dañadas. En cierto momento, un grupo de aficionados se adentró en el Periférico, la autopista de circunvalación de la ciudad, obstaculizando el tránsito. Las imágenes en redes sociales mostraron la violencia y la frustración que se vivía en aquellos instantes, contrastando con los momentos de alegría en otras partes de la ciudad. Sin embargo, la Prefectura continuó asegurando que la mayoría de las celebraciones se mantenían dentro de un marco pacífico, a pesar de que varios carriles del Periférico fueron cerrados temporalmente.

Puntos icónicos de la ciudad, como la plaza de la República y la plaza de la Bastilla, se llenaron de aficionados que celebraban el triunfo del PSG con cánticos y pirotecnia, aunque sin comprometer la seguridad. Mientras tanto, en otras áreas, la policía tuvo que evacuar calles debido a pequeños incendios causados por los fuegos artificiales. La tensión era palpable en el aire, ya que las fuerzas del orden estaban preparadas para manejar cualquier eventualidad durante esta efervescente noche.

En respuesta a la situación, las autoridades implementaron un dispositivo de seguridad masivo con 5,400 agentes desplegados por París y sus alrededores. Esta medida era especialmente relevante, dado el contexto de celebraciones pasadas que habían desencadenado incidentes. A pesar de los esfuerzos, la dualidad de la noche —celebración y disturbios— dejó una marca en los festejos por la victoria del PSG, resaltando un fenómeno que sigue desafiando la convivencia en eventos deportivos concurridos.

Concluir el evento de esta magnitud en medio de disturbios plantea interrogantes sobre la cultura de las celebraciones deportivas en Francia. La noche del 31 de mayo no solo reveló el fervor por el fútbol; también sacó a relucir cómo la pasión puede desencadenar el caos. No obstante, la comunidad del fútbol sigue confiando en la posibilidad de que futuras celebraciones puedan ser recordadas solo por su alegría, sin el inconfundible rastro de la violencia. Con el PSG alzando el trofeo en el campo, la esperanza radica en que, en el futuro, el espíritu del deporte prevalezca sobre la anarquía.

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