La Relevancia de "El Loco" de Gibrán Jalil Gibrán en Tiempos de Conflicto

En esta era de sobrecarga informativa, los pensamientos de autores clásicos resuenan con mayor fuerza. Recientemente, me he visto atrapado en la memoria de uno de mis libros favoritos de la adolescencia: El Loco de Gibrán Jalil Gibrán, publicado en 1918. Esta obra, redescubierta en los turbulentos años sesenta por un grupo de amigos hiposos, revela enseñanzas atemporales que, en el ruido del presente, parecen a menudo olvidadas. En una época donde el interés por la autoayuda parece desvanecerse, el mensaje claro y profundo de Gibrán merece ser reconsiderado.

Las páginas de El Loco son un compendio de parábolas y reflexiones espirituales, narradas desde la perspectiva de un hombre considerado demente. Uno de los relatos más impactantes de la obra es "El Perro Sabio". En esta parábola, un perro observa a un grupo de gatos absortos en una conversación sobre la oración y la esperanza de que los ratones caigan del cielo. El perro, con humor y sabiduría, se ríe de la ceguera de los gatos y se aleja con una lección de la relatividad de las percepciones y creencias. Esta anécdota se convierte en un recordatorio poderoso de cómo cada uno de nosotros interpreta el mundo desde su propio ángulo.

La relevancia de esta parábola se extiende más allá de la fábula y se contextualiza en la lucha actual que enfrenta Venezuela. La guerra cognitiva que padece el país busca no solo un exterminio físico, sino también mental. Así como el perro sabio, muchas personas, impulsadas por su conveniencia, ven el mundo de una manera que les favorece. En este sentido, los bloqueos y ataques económicos que sufre Venezuela no son meras casualidades. Son parte de un imperialismo insidioso que busca controlar recursos fundamentales como el dinero, la energía y la inteligencia artificial.

La pregunta emerge: ¿es injusto solo cuando el "amo del mundo" ataca a todos? La respuesta es un clamor colectivo. Mientras algunos gobiernos y medios internacionales ignoran los ciberataques dirigidos contra la infraestructura venezolana, se desatan tormentas mediáticas cuando hay un incidente similar en otras naciones. Esta doble moral pone de manifiesto el sesgo en la cobertura de estos conflictos y sugiere una agenda oculta queáticos no es más que ignorancia selectiva.

Los acontecimientos recientes, como el ciberataque confesado ocurrido el 28 de julio de 2024, revelan un nivel de complacencia por parte de organismos que, supuestamente, defienden la democracia. Las voces que piden que "cuenten las actas" o "repetan las elecciones" en lugar de abordar el problema de fondo, dejan entrever una intención de silenciar la verdad. La narrativa se establece de tal manera que las injusticias sufridas por Venezuela quedan relegadas a un segundo plano, al igual que el mensaje de Gibrán.

En este océano de desinformación, El Loco se erige como una luz que nos invita a cuestionar lo que se nos presenta y a buscar un entendimiento más profundo. Las reflexiones de Gibrán nos instan a mirar más allá de nuestras limitaciones y a reconocer la importancia de la empatía y la comprensión en un mundo dividido. Al final del día, no son solo ratones lo que podrían caer del cielo, sino una oportunidad para entender que nuestra perspectiva influye en la realidad que vivimos.

Así, la obra de Gibrán no solo resuena en el ámbito literario, sino que ofrece herramientas valiosas para navegar y entender los desafíos contemporáneos. La invitación es a desempolvar estas páginas y retomar el diálogo con un autor que, aunque fallecido, continúa enseñando a generaciones sobre la esencia de ser humano en un mundo repleto de conflictos y contradicciones.

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