La Prohibición de la Carne de Perro en Corea del Sur: Una Transición Cuestionada
La reciente prohibición de la carne de perro en Corea del Sur ha puesto en jaque a un sector que ha alimentado a muchas familias durante generaciones. La legislación, implementada a partir de 2024, planea cerrar las granjas de carne de perro para prohibir esta práctica en el país. Sin embargo, los productores como el reverendo Joo Yeong-bong enfrentan serias dificultades para adaptarse a esta nueva realidad. "Desde el verano pasado hemos intentado vender nuestros perros, pero los comerciantes siguen dudando", afirma Joo, quien lidera un grupo representativo de la industria. Con la fecha límite de 2027 como telón de fondo, la incertidumbre impera en el sector, y la falta de un plan claro por parte del gobierno preocupa tanto a productores como a defensores de los derechos de los animales.
En medio de esta transición, se estima que alrededor de 500,000 perros aún quedan en granjas dedicadas a la producción de carne. Muchos criadores se ven obligados a enfrentar una pena de cárcel si no logran gestionar sus animales antes de la fecha estipulada. Las solicitudes de refugio y adopción han sido insuficientes, ya que los refugios están desbordados y las condiciones para reubicar a los perros son complicadas. Esto ha llevado a muchos, como el joven productor Chan-woo, a cuestionar la viabilidad de los planes del gobierno. "A estas alturas, he invertido todos mis activos [en la granja], y aun así, ni siquiera se llevan los perros", explica Chan-woo, reflejando la desesperanza de un sector que se siente abandonado.
Los obstáculos no se limitan solo a la logística de la reubicación de los perros. La percepción negativa hacia los perros de granja en la sociedad surcoreana ha complicado aún más el proceso de adopción. Muchos potenciales adoptantes buscan perros de razas pequeñas, pues la vida en apartamentos en ciudades urbanizadas no se acomoda a las razas grandes típicas de la industria de carne de perro. Además, se ha estigmatizado a las razas que por el momento son consideradas "peligrosas", lo que hace que su adopción sea, aún más, un tema delicado. Esto se traduce en un panorama en el que muchos perros salvados de la muerte face a la perspectiva de ser sacrificados o, en el mejor de los casos, abandonados.
A pesar de las preocupaciones acerca de la nueva legislación, algunos activistas están trabajando en soluciones alternativas, incluyendo la adopción internacional de perros hacia países donde el interés por adoptar es mayor. En 2023, un grupo rescató 200 perros de una granja y logró enviarlos a Estados Unidos. Sin embargo, estos esfuerzos no han satisfecho la creciente demanda de soluciones locales para los animales que quedan en el país. Muchos criadores, como Yang Jong-tae, se ven atrapados entre su modo de vida y la llegada de activistas que consideran a los perros como seres dignos de respeto. Aunque Yang entiende la importancia de salvar a los perros, sigue cuestionando la lógica de la prohibición.
La prohibición de la carne de perro no solo afecta a los criadores y los perros en granjas, sino que también impacta la estructura social y económica de comunidades enteras. Con alrededor del 8% de la población afirmando haber probado carne de perro recientemente, y con cifras en declive, es evidente que la cultura ha comenzado a cambiar. Esto se refleja en el cierre de 623 de las 1,537 granjas registradas en Corea del Sur. Sin embargo, los productores veteranos se enfrentan a la amenaza de caer en la pobreza, al haber dependido de esta práctica durante toda su vida.
El futuro de la industria de la carne de perro se entrelaza con la idea de una sociedad en evolución que no solo busca el bienestar animal, sino que también promueve el cambio cultural y social. A medida que los criadores jóvenes enfrentan presiones cada vez mayores, la incertidumbre se instala. La prohibición, aunque vista por algunos como un avance en defensa de los derechos de los animales, también representa una crisis para quienes han basado su existencia en esta industria. Muchos criadores, como Joo, sienten que su vida ha colapsado y claman por una extensión del periodo de gracia para adaptarse a la realidad económica.
En conclusión, Corea del Sur se encuentra en un cruce de caminos. La legislación sobre la carne de perro ha abierto la puerta a discusiones necesarias sobre el bienestar animal, pero también ha creado un dilema social y económico significativo. La forma en que el país aborda estos desafíos en los años venideros tendrá un impacto duradero no solo en la vida de los perros, sino también en la de aquellos que han estado profundamente arraigados en esta industria. La transición será un recorrido complicado, que requerirá empatía, planes claros y una visión a largo plazo que respete tanto a los animales como a las personas involucradas.