Colombia enfrenta una ola de violencia y desafíos en la paz

Colombia ha experimentado recientemente uno de los episodios más sangrientos en años, marcados por un ataque con explosivos a una base militar en Cali y el derribo de un helicóptero de la policía en Antioquia. Estos actos han dejado al menos 19 muertos y numerosos heridos, lo que motivó al presidente Gustavo Petro a declarar que se ha vivido “un día de muerte en Colombia”. Desde el gobierno, se ha responsabilizado a grupos disidentes de las FARC, concretamente al Estado Mayor Central (EMC) y al Ejército de Liberación Nacional (ELN), quienes asumen papeles de mayor protagonismo tras la desmovilización de la guerrilla oficial.

Las disidencias de las FARC: Historias de fragmentación y guerra

Las disidencias de las FARC, particularmente el EMC y el EMBF, surgen como las estructuras más relevantes desde la firma de los acuerdos de paz en 2016. Sin embargo, estos grupos, que inicialmente eran parte de una misma organización, se dividen en abril de 2024, lo que complica aún más la situación en el país. El EMC, dirigido por alias Iván Mordisco, ha mostrado una clara postura de rechazo hacia el proceso de paz, mientras que el EMBF, bajo el comando de alias Calarcá, ha mantenido algunas negociaciones con el gobierno. Esta división y la antagonista relación entre ambos grupos resaltan la fragmentación del conflicto y la complejidad del panorama de seguridad en Colombia.

Negociaciones de paz: La propuesta de Petro en la cuerda floja

Desde su llegada al poder, Gustavo Petro ha impulsado un enfoque de “paz total”, buscando entablar negociaciones con todas las organizaciones armadas, incluyendo las disidencias de las FARC. Sin embargo, esta estrategia ha enfrentado críticas y ha presentado poco éxito tangible. Petro ha manifestado su deseo de que el EMC sea clasificado como un grupo terrorista y perseguido globalmente, pero su trato con el EMBF ha sido más conciliador. A pesar de las reuniones programadas, la reciente violencia muestra que las conversaciones carecen de la efectividad necesaria para estabilizar la región.

Los ataques: Una respuesta al acoso del Estado

El ataque a la base militar en Cali y el derribo del helicóptero en Antioquia son indicativos de la guerra persistente que existe entre el EMC y el Estado colombiano. Estos eventos no son aislados; forman parte de una serie de agresiones que el EMC ha cometido en distintos momentos y territorios. A pesar de que el gobierno ha intensificado sus operaciones contra esta disidencia y ha ofrecido recompensas millonarias por la captura de sus líderes, la violencia sigue siendo una respuesta a los embates del Estado, indicando debilidad en lugar de fortaleza por parte de los disidentes.

El futuro del EMBF y la continuidad de las negociaciones

El EMBF, aunque menos conocido, también ha demostrado su capacidad operativa, como lo evidenció el ataque reciente. Este grupo, aunque en menor tamaño compared al EMC, ha conseguido gobernar en ciertos territorios y ha adoptado una postura más flexible hacia el proceso de paz. Sin embargo, el hecho de que un día antes de una reunión crucial con el gobierno se realizara un ataque mortal plantea serias dudas sobre su cohesión interna y el futuro de las negociaciones. Esta situación resalta la fragilidad del proceso de paz y la continua amenaza de la violencia.

La percepción pública y los retos ante la paz

La opinión pública en Colombia se encuentra dividida respecto a la efectividad de las mesas de negociación. Ciertos líderes y gobernadores han manifestado su escepticismo, llamando a poner fin a los diálogos y considerar acciones más contundentes contra los grupos armados. Este escepticismo se debe al aumento de la violencia y la incapacidad del gobierno para garantizar la seguridad de los ciudadanos. La falta de resultados concretos en la mesa de negociaciones genera frustración y desconfianza, complicando aún más la posibilidad de alcanzar una paz duradera.

A medida que Colombia navega por estos retos, queda claro que la violencia y el conflicto no son problemas que se resolverán fácilmente. El gobierno tiene un papel crítico que desempeñar, no solo en la confrontación con estos grupos armados, sino también en la restauración de la confianza pública en su capacidad para lograr la paz y la seguridad. Con la realidad actual, las próximas decisiones serán cruciales para definir el futuro del país.

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