La crisis de las universidades en Venezuela: una llamada a la acción
Las universidades en Venezuela están en crisis. La situación actual se debe al deterioro de la infraestructura y la escasez de recursos. Según el Observatorio de Universidades (OBU), el problema ha alcanzado niveles alarmantes, reflejando un incremento del 79% en los daños de la infraestructura universitaria en solo un mes, comparado con marzo. Esta cifra coincide con un periodo donde se superó en más de un 30% las estadísticas de problemas acumulados durante el año 2024. Este deterioro no solo afecta a las instalaciones, sino también la calidad de la educación superior en el país, desatando una serie de preocupaciones entre docentes, estudiantes y la sociedad en general.
Carlos Meléndez, sociólogo y director del OBU, ha expuesto que el aumento de fallas estructurales es una consecuencia directa de la falta de mantenimiento en las instalaciones, el cual ha sido inexistente durante más de 10 años. Entre los problemas más críticos se encuentran el desprendimiento de techos y paredes, el colapso de sistemas de cloacas, y deficiencias en el suministro eléctrico. Estos problemas estructurales impactan directamente en la vida académica, donde el 85% de los baños en el sistema de educación superior no funcionan, y el 91% de las universidades no tienen acceso diario a agua. La falta de electricidad continua es también alarmante, afectando así las dinámicas cotidianas de docentes y estudiantes.
El deterioro en la infraestructura afecta gravemente la calidad educativa, y la situación se agrava aún más por la escasez de recursos financieros. Meléndez comenta que algunas universidades han recibido solamente el 0,09% del presupuesto necesario para operar en este año. Tal escaso financiamiento es insuficiente para cubrir lo más básico, como jornadas de limpieza, y muchas instituciones en el interior del país sobreviven sin apoyo alguno. Esta falta de inversión en las universidades repercute en el acceso limitado a laboratorios y bibliotecas, cruciales para la formación académica y la investigación.
Otro dato preocupante mencionado por Meléndez es que alrededor del 60% de los estudiantes no tienen acceso a laboratorios operativos ni bibliotecas adecuadas. Este vacío en recursos limita seriamente las posibilidades de aprendizaje y crecimiento en el ámbito de la investigación. Además, el 49% de los docentes no han publicado artículos científicos en más de cinco años, lo que indica un estancamiento en la producción académica y un debilitamiento del desarrollo profesional en el área educativa. La docencia continua a pesar de las adversidades, pero los impactos son evidentes.
La situación crítica de las universidades públicas autónomas refleja una desigualdad en el trato hacia estas instituciones. El OBU ha documentado que la mayoría de las denuncias provienen de este tipo de universidades, lo que indica un mayor nivel de vulnerabilidad en comparación con otras instituciones. Un ejemplo de estas desigualdades es la intervención de la Universidad Central de Venezuela (UCV) por una comisión presidencial, lo que ha afectado su autonomía y ha generado preocupaciones adicionales en torno al futuro de la educación superior en el país.
Frente a este escenario desolador, es crucial que la sociedad tome conciencia de la importancia de apoyar a las universidades y exigir un cambio. En un país donde la educación superior ha sido un pilar fundamental para el desarrollo profesional y social, la crisis actual solo plantea un futuro incierto. Es imperativo abogar por una inversión sostenida en las universidades, promover políticas públicas que prioricen la educación y que retomen la autonomía de las instituciones. La salud del sistema educativo de Venezuela depende no solo de la atención al deterioro físico de sus infraestructuras, sino también de un compromiso genuino con la calidad educativa y la investigación. La situación es crítica, pero juntos podemos exigir y trabajar por un futuro mejor.