La Militarización de la Frontera Venezolana: Un Enfoque Crítico
La reciente decisión del gobierno de Nicolás Maduro de desplegar 15,000 efectivos militares en la frontera con Colombia ha generado una intensa preocupación entre diversas organizaciones de derechos humanos, incluida la ONG Provea. Provea, conocida por su trabajo en la defensa de los derechos humanos en Venezuela, advierte que esta medida no solo es ineficaz, sino que también podría abrir la puerta a nuevos abusos contra los pobladores de estas zonas limítrofes. A pesar de la obligación del Estado de garantizar la soberanía territorial, los operativos militares pasados han demostrado ser poco efectivos en la reducción de la presencia de grupos irregulares.
La organización subraya que el enfoque militar-policial predominante ha disminuido la atención a cuestiones fundamentales como el desarrollo social e institucional. Provea critica la denominación de “seguridad territorial hegemónica”, que da prioridad a la represión y el uso de la fuerza en detrimento de un enfoque más inclusivo y constructivo. Esta narrativa, que perpetúa la idea de un “enemigo interno o externo”, ha servido como justificación para la violación de derechos humanos en nombre de la seguridad nacional.
Uno de los aspectos más preocupantes del reciente despliegue militar es el contexto en el que se produce. Provea señala que en 2015 el gobierno venezolano implementó ocho decretos de estado de excepción que afectaron a 26 municipios en cuatro estados fronterizos, como parte de una estrategia contra el paramilitarismo, el narcotráfico y el contrabando. Sin embargo, estas medidas resultaron en la criminalización de cientos de pobladores, que fueron estigmatizados como revendedores de productos básicos y contrabandistas, lo que contribuyó a un ambiente de miedo y desconfianza entre las comunidades.
La militarización actual también se enmarca en una “negación de la ciudadanía,” donde las acciones del Estado responden a una lógica excluyente. Esta lógica busca aplastar cualquier reclamo social y castigar a aquellos que se atreven a levantar la voz. Según Provea, el uso de la fuerza militar no solo afecta a la seguridad de los ciudadanos, sino que también genera una “revictimización” de las familias que ya han sido gravemente afectadas por la crisis socioeconómica del país.
La crítica de Provea plantea importantes interrogantes sobre la eficiencia de estas políticas y su impacto real en la seguridad de los ciudadanos. A pesar de la insistencia del gobierno en que esta estrategia es esencial para combatir el narcotráfico, la evidencia sugiere que estas medidas pueden estar exacerbando el problema, en lugar de mitigarlo. El despliegue de 15,000 soldados conlleva riesgos significativos de abusos y complicaciones en la vida diaria de las comunidades fronterizas, que ya enfrentan condiciones de vida extremadamente difíciles.
En conclusión, la militarización de la frontera venezolana, respaldada por un fuerte aparato militar y policial, no sólo pone en riesgo el bienestar de los ciudadanos, sino que también plantea serias dudas sobre la eficacia de estas estrategias en la lucha contra el crimen. Provea y otras organizaciones abogan por un enfoque que priorice el desarrollo social y el respeto por los derechos humanos, en lugar de centrarse exclusivamente en la represión. La verdadera seguridad y paz en la región sólo serán alcanzadas a través de un equilibrio entre la seguridad nacional y la protección de los derechos humanos de los ciudadanos.













