La Quema de Judas en Venezuela: Un Ritual de Protesta y Resistencia
La Quema de Judas es una tradición profundamente arraigada en las celebraciones de Semana Santa en Venezuela. Este año, el 20 de abril de 2025, el evento se transformó en un manifiesto de rechazo hacia figuras políticas tanto nacionales como internacionales. En Caracas, un muñeco que representaba a líderes como el presidente salvadoreño Nayib Bukele y el expresidente de EE. UU. Donald Trump fue incinerado, simbolizando la indignación popular hacia el envío de migrantes venezolanos a un centro de detención en El Salvador. Esta acción no solo fue una expresión cultural, sino también un acto de resistencia frente a la situación crítica que enfrenta Venezuela y los obstáculos que enfrentan sus ciudadanos en el extranjero.
El contexto de esta quema es significativo, ya que coincide con una oferta de Bukele a Nicolás Maduro para intercambiar a 252 venezolanos detenidos en El Salvador por un número equivalente de prisioneros políticos en Venezuela. Estos venezolanos, apresados en el Centro de Confinamiento del Terrorismo—un lugar infame por su severidad—están ahí por orden de Trump, quien los acusa de pertenecer a la temida banda criminal "Tren de Aragua". Sin embargo, muchas familias de los detenidos han rechazado estas acusaciones, defendiendo la inocencia de sus seres queridos. La incineración del muñeco no solo se dirigió a Bukele y Trump, sino que también incluyó representaciones de líderes opositores como María Corina Machado y Edmundo González, en una muestra de descontento hacia todos los que, desde diferentes frentes, han contribuido a la crisis del país.
Los organizadores de la Quema de Judas, particularmente en el barrio popular 23 de enero, manifestaron su dolor y resentimiento ante la situación que viven sus compatriotas. Luis Enrique Hernández, de 75 años y figura destacada en la celebración, expresó: «¡Los repudiamos con toda la fuerza de nuestro corazón!». Tanto él como otros manifestantes consideran a Bukele un negociador de vidas humanas y a Trump como alguien que actúa como si fuera el emperador global. Esta fuerte retórica refleja el sentimiento de muchos venezolanos que se sienten atrapados entre las decisiones arbitrarias de líderes extranjeros y locales que no tienen en cuenta el sufrimiento del pueblo.
Paralelamente, en otro sector de Caracas, San Agustín, la figura de Bukele fue nuevamente objeto de burlas y desprecio. Un muñeco diseñado específicamente para la ocasión era la representación de un líder que, según los manifestantes, ha llevado a cabo una política de represión en relación con los derechos humanos de los venezolanos. Un militante del partido gobernante, José Luis Pérez Torres, aseveró que lo que Bukele ha hecho es "fascismo puro". Este sentimiento de indignación resuena en muchos rincones del país, donde las condiciones de vida son cada vez más difíciles y la represión política se incrementa.
El ritual de la Quema de Judas, por tanto, se convierte en un poderoso símbolo de resistencia y unidad. Estos actos, aunque festivos en su origen, han tomado un giro político importante en el contexto actual. La quema de muñecos con imágenes de líderes nacionales e internacionales permite a los venezolanos expresar su frustración y su rechazo hacia las políticas que, consideran, han contribuido a la crisis humanitaria en el país. En un momento en que Venezuela enfrenta tanto el éxodo masivo de su población como la represión interna, estas manifestaciones adquieren un significado especial como una forma de lucha.
Sin embargo, la respuesta del gobierno ante la oferta de Bukele aún se mantiene en silencio. Este silencio podría interpretarse como una estrategia de negociaciones crípticas o, quizás, una falta de interés genuino en la situación de los venezolanos en el exterior. Mientras tanto, la población sigue sufriendo las consecuencias de la crisis, con un número creciente de ciudadanos en condiciones vulnerables en otros países. La Quema de Judas es, entonces, una revelación no solo del descontento, sino también una llamada de atención sobre la necesidad de soluciones efectivas y compasivas a la crisis migratoria.
En conclusión, la Quema de Judas en Venezuela sigue siendo un ritual cultural significativo que ha tomado un nuevo brillo en tiempos de crisis. Con la quema de figuras representativas de líderes políticos, la población expresa su dolor, su indignación y, sobre todo, su deseo de justicia y atención a su situación. Este evento se transforma, año tras año, en una plataforma de denuncia y un símbolo de la resistencia del pueblo venezolano frente a la adversidad, reafirmando que, a pesar de los desafíos, nunca dejarán de alzar sus voces por aquellos que están sufriendo en silencio.