Ni enemigos ni extranjeros: Una obra que denuncia la opresión y la migración
La obra “Ni enemigos ni extranjeros”, dirigida por Jericó Montilla, se presenta como un potente grito de protesta en una época marcada por la migración forzada y la opresión. La narración, acompañada por melodías vibrantes de un cuatro, ilustra la lucha de un hombre con sombrero azul, símbolo de un mundo dividido por la desigualdad, donde la supremacía busca dominar a los pueblos libres, convirtiéndolos en meros esclavos de un imperio opresor.
En las tablas del teatro, se da vida a los sufrimientos de migrantes venezolanos, hombres y mujeres que, cargando pesadas maletas llenas de sueños, caen en la trampa del “país de las oportunidades”. Este emotivo retrato de la realidad contemporánea fue inaugurado el 27 de junio en el Teatro Nacional, extendiéndose hasta su última función el 6 de julio en el Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe Rómulo Gallegos (Celarg). La obra es una fusión de circo, teatro, danza y música, que busca comunicar, desde el arte, la realidad de quienes sufren a causa del secuestro y la persecución en prisiones como las de El Salvador y Guantánamo.
Montilla, una reconocida actriz y directora de teatro, explicó que el desarrollo de la obra provino de una cuidadosa investigación que involucró a expertos en diversas disciplinas artísticas. Esta colaboración es un testimonio del compromiso del Circo Nacional de Venezuela con la creación de una obra que responda a las realidades sociales y políticas que nos rodean. “Siempre se tuvo la idea de juntar estas disciplinas artísticas para abordar temas políticos, étnicos y antropológicos, cónsonos con la realidad social global”, destacó Montilla, quien ha explorado estos temas desde 2009.
El guion de “Ni enemigos ni extranjeros” se nutre de las voces de autores prominentes como Eduardo Galeano, Mario Benedetti y Vicente Gerbasi, adaptados para lograr una conexión emocional profunda con el público. Junto a Somar Toro, Montilla transformó estos textos en una experiencia teatral inolvidable, donde la acción física precede a la palabra, lo que permite que las emociones fluyan antes de ser verbalizadas.
Un elemento clave en la obra es la parodia del presidente estadounidense Donald Trump, quien es representado como un símbolo de insensibilidad hacia la crisis migratoria. La pieza, además, se convierte en un homenaje a Alí Primera con la inclusión de su canción “Sombrero azul”, evocando un fuerte sentido de identidad y resistencia entre los pueblos latinoamericanos. Este homenaje resuena con la realidad de aquellos que continuamente luchan por su libertad y dignidad.
Lo que distingue a “Ni enemigos ni extranjeros” es su capacidad para conectar con el espectador a un nivel emocional profundo. El reencuentro al final de la obra representa no solo una esperanza de reunificación familiar, sino también la idea de que todos, bajo el mismo cielo, comparten el deseo de libertad. La producción se nutre de un elenco talentoso, integrado por más de una treintena de artistas, quienes irradian pasión y compromiso en cada interpretación.
En conclusión, “Ni enemigos ni extranjeros” es más que una obra de teatro; es un llamado urgente a reconocer la humanidad tras los discursos políticos y a reflexionar sobre la importancia de la solidaridad entre naciones. La obra emerge como un estandarte Cultural de resistencia y esperanza, llevando al público en un viaje emotivo que trasciende fronteras. Es imperativo que más voces como esta sean escuchadas, fomentando un diálogo sobre los desafíos que enfrentan los migrantes y la necesidad de construir un futuro más justo y humano.













